Sudamérica es una región que concentra más de la quinta
parte de las reservas de agua dulce del orbe y que apunta a integrar, sin
considerar seria y detenidamente los impactos ecológicos y sociales, una serie
de esquemas de “corredores hídricos” como contraparte a los corredores de
desarrollo propuestos oficialmente desde el proyecto de Integración de la
Infraestructura Regional de Sudamérica (IIRSA).
Los corredores deben verse como rutas de desarrollo
estratégicas de varios kilómetros de ancho en los que se emplazan zonas de
producción intensiva, de extracción de recursos naturales, de medios de
comunicación, de emplazamientos urbanos, entre otros factores.
El grado de incertidumbre de estos corredores es
considerable tanto por su factibilidad financiera y limitaciones tecnológicas y
técnicas no esperadas (características biogeofísicas de los territorios, entre
otros factores), como por las condiciones políticas y sociales. La
implementación es progresiva y no siempre se presenta como un “paquete”, sino
como una serie de proyectos aislados de diversas dimensiones.
En América, tres son las regiones de escenarios de
megaproyectos hídricos que se pueden identificar y que corresponden al
emplazamiento de corredores. Al norte del río Bravo, sobresalen los corredores del este de EUA
–totalmente vinculados al Misisipi- y los de algunas regiones del oeste de ese
país. Para satisfacer las demandas de agua de los susodichos corredores se ha
diseñado desde medados del siglo XX el North American Water and Power Plan
(NAWAPA). En México y Centroamérica, se viene impulsando insistentemente el
desarrollo de múltiples corredores, su última versión es el llamado Plan Puebla
Panamá (PPP). El contexto sudamericano es modelado por los siete corredores
terrestres y dos de hidrovías que conforman el sistema de Integración de la
Infraestructura Regional de Sudamérica (IIRSA). Los movimientos de agua ahí se
encuentran en los afluentes de los ríos Plata/Paraná/Paraguay-Guaporé; el
Amazonas/Putumayo; y el Río Negro-Orinoco. No es casal que el centro de
producción más fuerte de Sudamérica, según los diseños del IIRSA sea justamente
la zona donde se extiende el acuífero Guaraní, un punto geográfico que por el
oeste tiene salida directa por el Atlántico y por el este se comunica con lo
que se pretende que sea la hidrovía Paraná-Paraguay.
Se trata de un típico modus operandi del Banco Mundial que, en este tipo de
proyectos, devela su interés, primero, por reconfigurar su manejo de cuencas y,
segundo, por la transferencia de los servicios hídricos hacia el sector
privado. Se trata de un proceso que ha
sido posible a partir de que los gobiernos están abandonando el control de las
fuentes nacionales de agua al participar en tratados o arreglos comerciales
tipo OMC o TLCAN, desde los cuales endosan la “transferencia” de la gestión de
los recursos hídricos hacia la iniciativa privada.
Dichos proyectos sólo van a operar donde la población no
se organice y luche colectivamente o donde deje de hacerlo. Y es que los
movimientos sociales juegan un papel fundamental como reacción y contramedida
ante una lógica geoeconómica y geopolítica que supone la privatización,
depredación y desnacionalización de los recursos naturales.
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